47 años han pasado del Golpe de estado en Chile y aún quedan profundas marcas del horror, la pena, la traición, el miedo, la rabia. ¿Qué tan cerca están? El profesor Roberto Herrscher, director de Periodismo UAH, pidió a sus alumnos de primer semestre de la carrera, todos nacidos en el siglo XXI, que buscaran en su entorno, en su núcleo más íntimo, esos recuerdos, esas marcas. Y ahí estaban, en sus padres, abuelos y abuelas, tíos, tías, vecinos, amigos, conocidos de la familia o simplemente alguien cercano. Se encontraron con historias de terror, tortura y muerte, pero también de resiliencia y fortaleza, todas desconocidas para la mayoría de ellos. De ese ejercicio surgieron 13 testimonios que Puroperiodismo comparte en este Especial sobre esas historias que quedaron como cicatrices de la tragedia colectiva que fue el 11 de septiembre de 1973.
Alumnos de primer año recogen y reconstruyen el testimonio de sus mayores
Por Roberto Herrscher
El ejercicio era ambicioso: 75 alumnos de primer semestre debían entrevistar a abuelas, abuelos, padres, tíos, amigos familiares o vecinos para que les contaran qué recordaban del 11 de septiembre de 1973 o los días anteriores y posteriores. Con estos relatos, cada estudiante debía escribir un breve testimonio en la primera persona de la persona entrevistada.
Para esto, leyeron ejemplos del trabajo de la bielorrusa Svetlana Alexiévich y de la mexicana Elena Poniatowska, maestras de estos fascinantes híbridos de crónica periodística, historia oral y guión de teatro documental. También leyeron y comentamos en clase parte de los libros Operación masacre de Rodolfo Walsh y La Conjura, de Mónica González. Este último, para estudiar las causas y efectos, los preparativos del Golpe de estado y el sufrimiento de la población los días, meses y años posteriores. La Historia con mayúscula.
Con estos componentes, cada estudiante se lanzó a contar las historias personales –con minúscula–, que dialoguen y completen esa Historia. Encontrar dentro de sus propio entorno familiar y personal las voces de este lejano – pero tan presente– momento de tragedia en Chile.
Compartimos aquí 13 de los mejores trabajos, que fueron muchos y muy variados. Muchos estudiantes, casi todos nacidos ya en el siglo XXI, se animaron a preguntarles a sus mayores por primera vez qué les sucedió, que vieron y qué sintieron en ese día, hace hoy 47 años, en que cambió la historia de su país.
El recuerdo, el transmitir lo vivido a las generaciones posteriores es un acto de amor, pero también de rebeldía, de desafío al muro de silencio y olvido que se tejió en este país a partir del ‘73. Quiero aquí, además de felicitar a los alumnos, agradecer a los parientes que les regalaron generosamente sus historias.
Dice la académica de antropología de la Universidad Alberto Hurtado, Francisca Márquez: “Nos educamos en el miedo de la represión y el silencio. Así crecimos y así aprendimos a pensar. De allí que un registro biográfico privado, como lo es el diario, pudiese construir un buen espacio de resguardo. Aprendimos a sobrevivir del y en silencio”.
Esto lo dice Márquez en el epílogo de una obra valiosa de resguardo y transmisión: la publicación (Hueders, 2019) de su Diario de Francisca, el diario personal que la niña que ella fue escribió durante los meses aciagos de 1973, cuando tenía 12 años. Son parte de los 17 volúmenes en los que iba contando toda su infancia. Pero este en particular es un relato sorprendente del golpe desde adentro de la cabeza de una niña.
El epílogo es parte de una serie de estudios académicos sobre su diario que acompañan el facsímil y la transcripción de sus palabras. El recuerdo del pasado se vuelve no solo necesario sino relevante para el estudio de quiénes éramos y quiénes somos. La historia de la vida privada, esa gran adición a la historiografía que completa el relato de los hechos de la Historia.
Por eso me pareció una buena idea este proyecto en el extrañísimo primer semestre que tuvimos este 2020, cuando los alumnos comenzaron su vida universitaria en pandemia, sin aulas, sin campus, sin conocernos ni conocerse, encerrados en sus casas.
No pueden salir, pero pueden leer libros como La Conjura. Y pueden preguntarle a sus mayores sobre este momento transcendental en la vida de su país. Y en su propia vida, aunque haya sucedido un cuarto de siglo antes de que nacieran. Conocer el pasado y poder hacer preguntas y obtener un relato así de potente sobre hechos traumáticos es parte de la formación de nuestros alumnos.
Nunca imaginé que iba a recibir tan buenos trabajos. Me costó mucho escoger estos 13. Me llamó la atención que estos alumnos, que son representativos de los chilenos de su generación, tienen todos en sus familias las marcas indelebles del horror, de la pena, de la traición, del miedo, de la rabia. Las personas mayores a las que entrevistan se acuerdan con absoluta precisión de ese día y de los días siguientes. Todos los alumnos entendieron fácilmente algo que, habiendo hecho el ejercicio con personas muy mayores y periodistas veteranos, a veces les cuesta mucho más: que debían ser los testimonios en primera persona de la persona a la que entrevistaban.
El “yo” es el otro. Así de fácil, pero así de duro de asumir para otros; no para estos alumnos de primer año.
En estos relatos hay muertos, hay torturados, hay humillados, hay historias de amor y amistad y anécdotas y escenas inolvidables. Está el recuerdo de un país quebrado y una inmensa tragedia colectiva. No hay familia a la que no le haya sucedido el golpe como algo profundo y propio.
Es la primera vez que compartimos trabajos de alumnos de primer semestre. Veo en estos textos la promesa de buenos escritores en ciernes, que aprendieron la primera lección fundamental del periodismo: a escuchar y honrar las historias que reciben como un regalo en tiempos de borrasca.
TESTIMONIOS
Amparo Soto: “Todas éramos basura para ellos”por Ailine Jodre |
José Seferino: “Después de esa noche no volví a ver al Juancho”por Juan Diego Corredor |
Francisco Tomic: “Nos preparábamos para lo peor: un montón de gente llegando a incendiar nuestro hogar”por Isidora Reinjst |
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Elena González: “Había una niña que me tenía mala leche (…) Ella me denunció como comunista”por Sebastián Jerez |
Mónica Díaz: “Fue en ese momento que me miró y me dijo: ‘¿Acaso usted no sabía que las mujeres no deben usar pantalones?’”por Carla Yáñez |
Richard Vera: “Nadie se fue porque nuestro objetivo era defender al gobierno y esperábamos instrucciones que nunca llegaron”por José Manuel Vera |
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Jorge Jorquera: “El milico se subió a la tanqueta y mi papá, con dificultad, se levantó del suelo, adolorido y con el miedo en las venas”por Ana María Jorquera |
Andrés Oyarzún: “Estaba muy asustado porque sabía que mi madre trabajaba en La Moneda”por Ignacio González |
María Ahumada Ponce: “No les temí a los militares hasta que uno me apuntó entre los ojos”por Javiera Aguilar |
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José Luis Araya: “Mi madre nos dijo que no podíamos salir por ningún motivo: sabía que la situación se iba a volver tensa en La Victoria”por Agustín Araya |
Jorge Letelier: “Los grandes dirigentes se arrancaron y nosotros, los cabritos, nos quedamos sin saber qué hacer”por Sofía Martínez Letelier |
Marina Toro: “El pobre se había meado encima del puro miedo”por Juliana Muñoz |
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Eugenio Vera: “Lo que más me dolió, fue saber que uno de nuestros vecinos nos había echado al agua”por Andrea Espinoza |
Nota de la Redacción: Tras la publicación original de este especial con 12 testimonios, fue incluido uno más, por lo que actualmente hay 13.














